¿Recuerdas cuando eras niño, específicamente, cuando jugabas? Te invito a que juntos viajemos a tu infancia a través de estas líneas.
Quizás fuiste de los niños que tenían muy buena imaginación y que podían crear todo un mundo de formas, colores y personajes en una habitación sencilla que para un adulto pasaría desapercibida. Esos que con un envase plástico podían crear una nave espacial y viajar hasta el espacio exterior o que podían imaginar todo un estadio de fútbol lleno de gente animándolo mientras jugaba con cualquier objeto que sirviera de pelota. En definitiva, ¡niños cuya creatividad parecía no tener límites!
Seguramente hacías amigos con facilidad en cualquier escenario. Bien sea jugando en un parque o en una reunión de adultos, tardabas pocos minutos en conseguir alguna actividad que les gustara a todos los niños de tu edad y así, sin pensarlo y sin prejuzgar a nadie, ya estabas creando vínculos de amistad con completos desconocidos a través del juego.
Probablemente recuerdes la emoción que sentías cuando te llevaban a comer tu comida favorita, cuando ibas a pasear al lugar que más te gustaba o cuando te sentabas a jugar sin mirar el reloj en ningún momento. Actividades que disfrutabas al máximo porque las vivías al máximo.
Tal vez recuerdes que memorizabas lo que te proponías, quizás aprendiste algún instrumento o idioma desde muy pequeño o descifrabas los videojuegos con facilidad. Y es que tus conexiones neuronales estaban en construcción, es decir, tu cerebro estaba en pleno desarrollo y al ser más moldeable podías aprender más rápido.
Si te identificas con uno o más de estos ejemplos y los recuerdas con nostalgia, te cuento que dentro de cada uno de nosotros vive ese mismo niño que fuimos, solo que ahora le decimos “nuestro niño interior”, y cuando nos conectamos con él automáticamente nos conectamos con nuestra creatividad, con la habilidad para hacer amigos sin prejuicios, con la capacidad de estar presente para vivir cada momento sin preocupaciones y sobretodo con la capacidad de aprender con mayor facilidad.
Dicha conexión con “nuestro niño interior” es justamente el secreto que esconde el “aprender jugando” ya que se manifiesta de forma inconsciente cuando realizamos dinámicas o juegos con objetivos didácticos. Al usar este método notarás como el aprendizaje es más sólido y sostenible en el tiempo si lo comparamos con cualquier otro método tradicional.
Aprender algo “jugando” es la base del llamado Aprendizaje Experiencial, pero esto te lo contaré en una próxima oportunidad.
Carlos Assante Montero
Ing. en Telecomunicaciones, Team Coach y Facilitador Experiencial certificado internacionalmente.